jueves, 26 de diciembre de 2013

Fiestas Felices...



 
 
Cuando era niña, la navidad era una fiesta tremendamente especial.  Nuestra pequeña familia emigrante volvía a Uruguay para reencontrarse con los abuelos, tíos, primos, bisabuelos, padrinos, hermanastros... Era un festejo verles, compartir con ellos el calor de las noches del verano austral y el embriagador olor de las gardenias que decoraban las mesas.  No recuerdo ni un sólo regalo de todas aquellas navidades.  Pero recuerdo perfectamente la alegría que me invadía al subir al avión entre el hielo y la nieve de Chicago, la dicha que me acompañaba esas semanas hasta dar paso a las lágrimas de despedida.  No atesoro ni una sola cosa de aquellas fiestas, sólo emociones.

¿Qué recordarán nuestros hijos? ¿Banquetes pantagruélicos, orgías de compras y consumismo, falsas generosidades, visitas obligadas y vaciados de arcones para llenarlos con otros juguetes? Celebramos irónicamente unas fechas cuyo significado religioso no significa nada comprando más bufandas y perfumes innecesarios. ¿Dónde se perdió la magia, el cariño, el compartir, el placer de dar en vez de recibir?  Yo busco entre las luces que iluminan estas noches de festejos, pero temo perderme en la oscuridad...

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