Una vez fui a pescar, cuando era niña. Lo recuerdo con absoluta claridad. Pesqué un pez muerto. Qué paradoja. Qué tristeza. Lo devolví al agua. Un rato después pesqué una bota: vieja, roída, asquerosa. La eché también de vuelta al mar. No he vuelto a pescar. La paciencia de los pescadores es infinita...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Cuéntame!